jueves, noviembre 25, 2010

Entre autobiografías y otras historias...

Al abrir el archivo que titulaba "autobiografía" pensé que estaba a punto de encontrarme con algún tipo de broma clásica o alguna de esas cadenitas insoportables que se presentan en ocasiones llenando tu correo electrónico para condicionar tu suerte futura. No fue así, al contrario, me encontré con algo mucho más serio. Eran 13 hojas que resumían 20 años de vida...13 hojas que me pusieron a pensar. ¿Cómo hacer entrar tanto tiempo en tan pocas páginas,? parecía uno de esos proyectos para la materia de literatura en los tiempos del colegio.

Comencé analizando el título "La Vida es Hermosa", me recordó a esa película con la que lloré tanto La vida es bella. No podía ser una analogía, de ninguna forma podía ser una tragedia de las misma índole, quizás esta biografía si tendría correspondencia con el título, pensé. Después del título me detuve abruptamente frente a una advertencia, "esta no es una aventura" la cual, al mismo tiempo, me sugería buscar una película en el cine en caso de que quisiera encontrar alguna en las páginas siguientes. Sí, es un pésimo escritor para comenzar, pensé. La vida puede ser rutinaria hasta un poco monótona, pero nosotros como escritores siempre encontramos el lado AVENTURERO y MÁGICO a lo que vivimos día tras día. Dejamos que el lector encuentre su propia emoción en el pasar de los días...(No es, por supuesto, un hombre común)

Las líneas siguieron su transcurso mientras iban contando una a una pequeños sucesos que tenían la importancia necesaria para ser mencionados. Me refiero al nacimiento, la familia, el colegio, los amores... haciendo mucho incapié en éste tema. Había pensado en un título alternativo para aquella autobiografía... yo la habría bautizado como "Mis amores, tragedias y un poco de la cotidianidad de mi vida" para hacer un orden de prioridades de aquella historia. Pero no era mi vida en cuestión, era la perspectiva de alguien que aprecio bastante sobre la suya propia.

Me pregunté entonces ¿cómo llamaría a mi propia autobiografía? ...pero no tenía muchas ideas. Quizás le pondría lo primero que se vendría en mente... "La vida como un maní"  (¿maní? con chocolate mínimo...) Pero, la pregunta del millón sería ¿en que momento empieza la vida? Quizás debería hablar de mi nacimiento como un punto de partida, o como bien lo expresa el autor que mencioné hace poco, desde una celula llamadas "cigoto" creada con la pasión de dos personas en un momento netamente impulsivo. Pero, en mi caso, buscaría una fecha en específico que le daría el comienzo oficial a mi vida. Por ejemplo diría... Mi nombre es Laura y mi  verdadera vida comenzo un diciembre del año 2007, cuando salí de un caparazón duro para cambiar mi forma de ver el mundo (Nada ha cambiado excepto mi actitud, por eso TODO ha cambiado) Y pues, los años anteriores serían solo simples pasos para llegar al inicio y los que le siguen son trasformaciones, peleas, opiniones y muchas otras alegrías como en una ensalada de frutas. 

Si lo vemos desde otro punto de vista, podríamos escribir una autobiografía en muchas hojas tan solo contando el día de hoy, los pequeños detalles que hacen esta vida tan maravillosa. Un amanecer y un atardecer entre el paso de las horas, entre sonrisas y lágrimas que nos ayudan a crecer. Una vida por cada día... quizás de esa forma apreciaríamos el tiempo mucho más.

Mientras tanto, podríamos esperar a que alguien más se inspire con nuestros días  y que escriba sobre ellos, sobre nuestra vida, aunque bien sabemos que nadie sabe mejor de ella que nosotros mismos...

viernes, noviembre 12, 2010

Ensayo sobre los mareos...

Es extraño, hoy todos estaban mareados. Desde el momento en el que me subí a la movilidad, observé que todos se incomodaban y trataban de buscar una ventana abierta para tomar un poco de aire. El conductor buscaba las peores curvas para pasar y hacía horribles maniobras cada dos segundos, frenaba de tanto en tanto y ponía su música a todo volumen (parecía a propósito). Todos se movían de un lado para el otro y respiraban con dificultad. Sus dedos se adormecían y se veía en ellos la desesperación de doblarse con normalidad, algunos preguntaban la hora y otros las veían en sus relojes con la mirada ansiosa de ser tarde para entonces. Se escuchaba el sonido de las monedas caer por el suelo con un sonido que perforaba sus oídos y su voz temblar al pedir ayuda inmediatamente. El conductor se abría paso entre la fila de autos detenidos y su impaciencia se escuchaba hasta el último asiento de atrás. 

Cuando llegó la hora de bajar vi que las personas que caminaban en mi misma dirección tambaleaban y se sacudían tratando de despertar, el aire era más fresco y parecía calmarles un poco el desaliento. Las calles los traicionaban y parecían caer y levantarse otra vez sin cesar. Cuando me subí a su auto vi que hasta el agua giraba para dar la impresión de que pronto iría a salir de propia botella. Miraba las calles pasar velozmente con las personas que se agachaban para intentar vomitar y así continuar su travesía matutina.  

Recordé un libro que había leído algunos años atrás, Ensayo sobre la ceguera de Saramago. Quizás todos se estaban mareando, como en esa historia increíble en la que todos se vuelven ciegos menos una persona. Entonces, así es como todos empezarían a sentirse mareados en un determinado tiempo  y llegarían a desvariar... todos menos yo. Quizás no debería hablar con nadie aún, para que la gente no entre en pánico y podamos resolver el problema conjuntamente. Giré mi cabeza para confirmar mi teoría y lo vi allí, sentado en el asiento paralelo conduciendo tranquilamente...talvéz no le llegó la hora todavía, pensé. Él, al darse cuenta de mi mirada preocupada,  me miró con una ternura inconfundible y preguntó... "¿Ya no te sientes mareada mi amor?"
(...)

lunes, noviembre 08, 2010

Rasca la cerámica conmigo…


En un ambiente donde el silencio es más digerible que las palabras mismas, tomaba una taza de café con leche mientras me comunicaba tan solo con miradas con mi hermana. Ella me decía con los ojos “corta un pedazo de queso para mí” y me señalaba un platillo con su meñique muy disimuladamente. Las señas eran la única forma de evitar algún tema que inicie alguna discusión en casa. Era normal, estamos muy acostumbrados a preferir no decir nada o a aferrarnos a respuestas cortas en la mesa que a terminar llenándonos de impotencia por dentro.
Después de algunos minutos, escuchábamos tan sólo un sonido proveniente del perro. Pelu había estado rascando el suelo de cerámica desesperadamente, todos nos quedamos expectativos a sus movimientos. “Perro estúpido” dijo ÉL rompiendo el silencio, mientras yo contemplaba sus ojos llorosos. “Pobre Pelu”, dijo mi hermana, “cree que encontrará huesos debajo de los azulejos”. Pelu nos miraba de tanto en tanto, como pidiéndonos ayuda pero continuaba  en su labor rigurosa. “Seguramente esta buscando los huesos que ocultó el día de ayer justo en ese lugar” dijo por último mi hermana, mientras se levantaba de la mesa. Luego, desde su silla ÉL gritó “¡basta!” y Pelu tuvo que retirarse resignado a su cama.
Seguramente alguien levantó sus huesos pensando que eran basura. Sin pensar que quizás eran importantes para su día. Pelu no lo creía aún y era la razón por la que rascaba la cerámica como si fuera tierra. Entonces, Pelu tuvo que conformarse  con las galletas que no le gustan para saciar su hambre. Obviamente no era lo mismo, y se notaba su inconformidad en sus ojos brillosos. A veces, me pregunto lo que nos diría si pudiera hablar, quizás tendría un discurso preparado para ÉL.
Después de aquella escena me fui a mi habitación y me senté al borde de mi cama. Inmediatamente vi a Pelu acercarse a donde estaba y apoyar su cabeza sobre mi pierna. Hacía eso siempre que buscaba un cariño o una caricia de mi parte, lo rocé suavemente mientras le decía bajito que yo me sentía exactamente como él en ese momento. También me robaron mi razón del día, le dije, aún no lo creo y sigo rascando la cerámica para encontrarla. Aún los observo tratando de hallar una pequeña ayuda, aunque estoy muy consciente de que no me la darán. También me gritan, y debo resignarme de seguir luchando y conformarme con algo que no me gusta. Quizás algún día mi cerebro se convenza de que pueda tolerarlo, pero hasta entonces… ¿Cuánta soledad podré soportar? Pelu me miraba como si me entendiera cada palabra que le decía. Parecía que sus ojos me decían “hey, no llores tontita, no estas sola” y tenía toda la razón…
…Mi celular estaba vibrando una vez más.

sábado, noviembre 06, 2010

No merece llamarse ya utopía...

Lo guardaba dentro de un rincón de mi corazón que se llamaba... "pesadillas, ironías y otras utopías". Pensaba que jamás tendría que salir de allí, ese sentimiento de frustración combinado con rabia y desesperación, para materializarse en mi realidad. Creía que si existía "alguien" allá arriba no permitiría que mi vida perdiera el sentido así de rápido, así de fácil. 

"Aquí no se termina la vida" me decía mi padre, mientras sentía desangrarme lentamente sobre aquella silla de la cocina. Veía en tan pocos segundos mil imágenes pasar por mi mente, una por una  se iban desvaneciendo rápidamente y solamente me quedé perdida cuando vi la imagen de mis recuerdos en la que él me tomaba de la mano y sonreía a mi lado. A él no... por favor, rogaba mi mente una y otra vez... a él no renunciaré. "Algo esta mal" me repetía una y otra vez mi padre mientras le quitaba uno a uno los sentidos de mi vida dejándola flotando en el vacío.

Me relación con mi padre siempre fue turbulenta. Desde niña cambié ese amor paternal por un respeto obligado por el miedo. Nuestra relación se fue construyendo en base a ese tipo de características, yo era la niña que siempre se portaba mal y  consecuentemente tenía su respectivo castigo. Escuché gritos y amenazas la mayor parte de mi infancia, por eso no me gusta recordarla nunca. Siempre tuve la esperanza de que el tiempo cambiaría de alguna forma las cosas y nuestra relación mejoraría. Pero no pasó así en los últimos 15 años después, el tiempo simplemente me enseñó a ser más resistente. 

Descubrí más adelante que nuestra relación se mantenía, de vez en cuando, algo estable gracias  a un factor que yo fui construyendo a lo largo de mi vida. Él sentía un orgullo extraño por ser mi padre, por tener una hija que jamás fallaba y que llenaba sus días de triunfos inequívocos. Jamás en mi vida lo escuché decirme "Hey, me siento orgulloso de ti", solo lo sabía cuando él lo hablaba con otras personas..."mi hija mayor eso, esto y aquello"

Nunca esperaba algo a cambio de lo que hacía. Él me repetía una y otra vez que eran solo para mí y no para él, aun así exigía y exigía más cada vez. A esa vida nos acostumbramos ambos y nunca se me pasó por la mente la posibilidad de que algún día tendría que cambiar esta rutina. Pero llegó el día, sin avisar, en el cual yo fallaría y como cualquier ser humano, caería.
Vi todo derrumbarse y cambiar de sentido bruscamente, jamás lo había escuchado pronunciar tantas veces la palabra mediocre. Su voz aun gira en mi cabeza para recordármelo, su poco orgullo se desvaneció en sus ojos inundados de furia.

"Algo esta mal" volvió a repetir mientras mencionaba una a una las razones restantes que me mantenían atada a la tierra...

...ahora es como me siento, como si me hubieran arrancado ambos brazos al mismo tiempo y flotara en un espacio vacío y sin sentido, con ninguna otra razón que esperar a que el siguiente minuto pase.