viernes, noviembre 15, 2013

Corazón blandengue

Nunca me gusta regresar al pasado, pero de vez en cuando lo hago involuntariamente. Repaso momento a momento, etapa a etapa, tratando de encontrar algo. Un instante quizás, una decisión, un gesto y hasta una actitud. Es cierto que siempre encuentro algo nuevo, algo que probablemente había olvidado o que había dejado pasar sin darme cuenta de su importancia para unir las piezas de este rompecabezas.

Recordar es difícil, siempre lo ha sido. Aun cuando aprendemos que es mejor olvidarse de los errores del pasado y no repasarlos una y otra vez, lo hacemos, “sin querer queriendo” como algunos diríamos. Pero inevitablemente volvemos a sentir ese nudo en la garganta que acorta nuestra respiración, como si ese instante regresara de nuevo como una máquina del tiempo.

Perdonar es quizás aún más difícil, podemos guardar nuestros resentimientos por muchos años hasta algún día olvidarlos, si se puede. Si no, pues éstos crecen y crecen día a día y en un momento dado explotan. La mayor parte del tiempo acompañados por tristeza, rabia y descontrol sobre uno mismo…. Trágico. ¿Qué deberíamos hacer para perdonar entonces?
A lo largo de este periodo de aprendizaje o de “cuasi resguardo” observé que la mejor manera de perdonar a alguien es hacerlo frente a esa persona, mirándola a los ojos y diciéndole… “Hey, dejémoslo todo atrás y sigamos con nuestras vidas” Quizás acompañado de un abrazo o de un simple apretón de manos. Aun cuando esas vidas se separen en mundos paralelos que quizás nunca jamás vuelvan a encontrarse… “lo más sano”, ¿o lo más cómodo?

Pero no, he descubierto que la mejor forma de perdonar a esa persona no es alejándola de tu vida, es aprendiendo a vivir en armonía con ella. Volverla a tener en tus días, quizás no de la misma forma de antes, pero de una suficiente como para re cultivar una amistad basada en tratados pacíficos. Luego con el tiempo esos resentimientos desaparecen tranquilamente y el odio se desvanece, pienso que es efectivo.

Sin embargo la pregunta es ¿querrá esa persona a la que perdonas volver a formar parte de tu vida? Esto es lo extraño del asunto ya que la mayor parte del tiempo no lo hace. Ya sea porque ella misma guarda un rencor propio o por el simple miedo a volver a herirte. ¿Es irónico no? Una vez que la has perdonado y le has abierto los brazos una vez más, esa persona decide retroceder y desaparecer. ¿Entonces qué ha significado esa reconciliación? ¿Un simple acuerdo de silencio?

Difícil, muy difícil de explicar. Posiblemente ese muy confiado tratado de paz fue simplemente un “permiso para el olvido”. Pero entonces ¿no deberíamos ser más honestos los unos con los otros y decirnos las cosas como son? Algo así… “Hey, te perdono, ya puedes olvidarme, yo lo haré también”


Sí, es verdad, nadie te diría eso sin la intención de herirte. Ese quizás es el problema mayor. Somos muy frágiles o nos creemos muy frágiles como para recibir las cosas como son, como se presentan. Somos simples humanos de corazón blandengue. 

domingo, octubre 13, 2013

Octubre sólo era octubre.

Octubre tenía el aire misterioso y seductor. Apareció un día sin ser esperado, con brillo en los ojos y una sonrisa sin sentido. La fragilidad de sus expresiones me ofreció la mano y caminamos unas horas así, en silencio, sin decirnos nada.  Entre algunos segundos nuestras miradas se cruzaron y sonreímos tímidamente para luego cerrar los ojos. Cuando finalmente alcanzó a decir algunas palabras escarbó en lo más profundo hasta encontrar aquello que había escondido hace mucho tiempo ya, una pobre ingenuidad, la mía.

Octubre era rebelde y testarudo, le gustaba romper las reglas y en especial las mías. Aun así no podía descifrarlo, su misterio podía guardar más de un secreto sin problema alguno. Algunas veces me preguntaba qué historias se escondían tras ese par de ojos o qué detalles se escurrían entre sus largos dedos.

“Te prometo”, dijo un día, y la piel se me erizó de repente. Sin dudarlo me aferré a lo que más se parecía a una promesa de octubre. Lentamente y un  poco atontada absorbí las palabras de sus labios y descubrí una de las últimas miradas de ternura que había guardado para domingos de lluvia. Nos abrazamos delicadamente y le susurré al oído... 

“Eres un hermoso desastre, octubre”.

lunes, septiembre 16, 2013

Aquí

Estas últimas noches he estado hablando con Dios. Después de una larga temporada de mi vida sin buscarlo y sin dejarme encontrar por Él, hemos vuelto a conversar por las noches.

Recuerdo que cuando era niña tomaba unos minutos para comunicarme con Él, pero tenía todo un protocolo que seguir. Comenzaba rezando un Padre Nuestro y a veces me equivocaba en alguna frase y volvía al principio sintiéndome la más pecadora de todos. Después  continuaba con un Ave María y no podía olvidarme de mi Ángel de la Guarda que me alejaría de las pesadillas. Repetí lo mismo cada noche de mi niñez y gran parte de mi adolescencia, hasta que un día dejé de hacerlo. Obviamente no fue de la noche a la mañana que dejé de creer, que dejé de preocuparme.  Fue un proceso largo del cual sólo recuerdo la horrible impotencia, y las interminables lágrimas de desesperanza.  Fue entonces cuando me di cuenta de que el humano sólo se siente totalmente vacío cuando no tiene en qué creer.

A lo largo de este periodo sin Él me encontré con un sinfín de personas que me hablaron de las muchas formas de encontrarlo, todas diferentes. Asistí a muchas reuniones que hacían rituales y lo invocaban, otras protocolares en las que lo mencionaban repetitivamente. Algunos otros se indignaban ante mi indiferencia y simplemente subían su mirada. Todo este tiempo todos ellos me hablaban sobre un extraño que había desaparecido de mi vida y no quería que regrese.

Durante mi viaje en Europa entré a muchas Iglesias maravillada por su arquitectura, por su historia y su inmensidad. Algunas veces me senté en alguna banca y cruzando mis brazos cerraba mis ojos. ¿Estás ahí? Le preguntaba. Nada. Mi mente se concentraba en los ruidos de alrededor, en la gente que entraba y salía y en  los ruidos de las cámaras fotográficas. A pesar de que todos la llamaban su casa Él no estaba allí. Prefería dejarle un mensaje por si acaso para finalmente salir de allí y  el mensaje siempre era el mismo “¿Dónde podré encontrarte?”.  A veces creía que un Ser se aparecería en mi camino y tocándome el hombro me diría “Hey, aquí estoy, me has encontrado”  Insulso…  Aún si fuera así no sabría que decirle. “Hola” quizás, “Siento no haber llamado pero he estado perdida… ocupada, digo”  Él Probablemente sonreiría y me diría “no te preocupes” como cualquier viejo amigo.


En una ocasión entré a la Basílica del Sacre Coeur de París y quedé sorprendida por la magnificencia del lugar.  Caminé muy despacio para no perderme ningún detalle de aquella experiencia. De pronto una música barroca suave comenzó a sonar en el fondo de la iglesia, era angelical. “¿Dónde podré encontrarte?”  Pregunté con los ojos cerrados. De pronto una voz dijo “Por aquí señorita” abrí mis ojos asustada y un hombre de estatura media me sonrió, probablemente era un guía turístico y pensó que yo era parte de su grupo.  Salí del lugar un poco confundida. 

Caminé por muchos lugares del mundo preguntando por Él, dejándole mensajes en cada Iglesia que visitaba, escuchando a la gente mencionarlo. Algunas noches soñaba con Él, se presentaba en diferentes formas, la mayoría de las veces solamente me observaba y algunas otras decía unas cuantas palabras que ni siquiera puedo recordar.  

Cuando regresé a mi país lo sentí aun más lejos que nunca. Hubieron días en los que pensé que quizás se  había quedado en alguna Iglesia de Europa que no tuve tiempo de visitar, me frustraba solo imaginarlo.

Hasta algunas noches atrás cuando no podía dormir y la misma pregunta pasó por mi mente ¿Dónde podré encontrarte?. Por unos instantes sólo hubo silencio, pero fue un silencio diferente. No se escuchaba ni el sonido de la noche, sólo podía escucharme a mi misma. De pronto comencé a escucharlo a través de mi propia voz. Fue como hablar con alguien con quién no me había comunicado hace ya mucho tiempo ya. Le hice muchas preguntas y respondió a todas con mucha simpleza y lógica.  Recuerdo que hasta reímos con algunas de mis preguntas y también suspiramos con algunos recuerdos, todo mientras mis ojos permanecían cerrados. Nada de protocolos, nada de mensajes, nada de intermediarios, nada de edificaciones ancestrales ni de rituales. Sólo Él y yo en esa noche silenciosa... fue entonces cuando volví a preguntarle:

....¿Dónde podré encontrarte?

.... Aquí, respondió.

Un perro aulló y finalmente caí dormida. 

sábado, agosto 17, 2013

Entre cajones y olores

Andaba yo desesperada buscando una camisa entre mis cajones, revolviendo la ropa, llevándola de aquí para allá, desordenando sin motivo. Fue entonces cuando encontré una antigua bufanda suya. Me quedé observándola por unos instantes mientras permanecía en el fondo y sin tocarla cerré el cajón de repente.

Me senté en el borde de mi cama y muchos pensamientos recorrieron mi mente. Había olvidado que la bufanda se había quedado allí por tantos meses, había olvidado que aún me quedaba ese pedacito de tiempo encerrado en aquel cajón. Me levanté, abrí el cajón y volví a encontrar la bufanda ante mis ojos. La tomé despacio e inmediatamente la llevé contra mi rostro. Aspiré profundo y sentí mis ojos humedecerse, no sé si fue a causa del polvo que había acumulado o del olor que emanaba, probablemente lo segundo más que lo primero.

La puse a un lado y contemplándola abrí mi cuaderno de notas. Comencé a escribir las miles de ideas que se cruzaban por mi cabeza. Era la única forma descubierta de vencer mi ansiedad adquirida. Escribí unas cuantas frases con tu nombre repetido una y otra vez. Escribí algunas cosas que no tuvieron sentido alguno al releerlas y finalmente escribí un pequeño punto.

Cerré el cuaderno,

Guardé la bufanda,

Cerré el cajón,

...y encontré la camisa.

domingo, julio 28, 2013

Que bello Abril

Yaciendo sobre una melodía, me pregunté si Abril regresaría algún día. Septiembre, quien prefería ser siempre distante, intentó consolarme y mirándome a los ojos me dijo que no esperase su regreso, que era imposible que sucediese. Sonaba seguro de si mismo, seguro de la labor del tiempo, pero no supe confiar en él.

Septiembre tenía la mala fama de ilusionista, se pasaba rondando noche y día mis pensamientos hasta que un día me llevó muy lejos de casa. Muy emocionada comprendí su objetivo. Quizás debí agradecerle su extraña jugada, pero aproveché para salirme con mis propias intenciones.  Cuando todos decían que todo tiene un porque en esta vida, recién pude justificar a Septiembre porque gracias a éste llegué a encontrar a Marzo, pero Septiembre nunca se fue.

Aún sobre esa melodía escribí una nota a Marzo, apunté mis datos, un número de teléfono y una dirección errónea, ya que tenía miedo de un día enfrentarlo. Este Marzo, quien había prometido traerme una primavera como regalo, regresó un día cubierto de nieve. Me miró con ternura y dijo que quizás el  año siguiente cumpliría con su promesa. Lo miré con cuidado y sin dejarme seducir le susurré al oído...."Hueles a simple otoño para mí" Desde ese día no volvimos a dirigirnos la palabra.

Cuando pensé en Febrero, supuse que aún estaría enfurecido conmigo. Después de todo habíamos discutido, llorado y hasta gritado por razones ilógicas. Febrero era iracundo y susceptible y yo simplemente impulsiva. Una mala combinación que desde un principio ignoramos, pero que terminó consumiendo hasta la última de nuestras esperanzas. Febrero decidió un día dejarme una rosa en el marco de mi ventana y desaparecer sin decir adiós. Aquel día supe que era tiempo de seguir adelante.

Me gusta recordar a  Junio como un loco irremediable. Por allí dicen que entre locos nos entendemos bien, pues Junio y yo somos de vez en cuando almas gemelas. Junio solía llegar muy alegre por las noches, con una caja de trufas en una mano, media botella de champagne barato en la otra y un par de cigarrillos en el bolsillo. El sabor del alcohol en sus labios era desagradable, pero de alguna manera adictivo. Al finalizar la noche terminaba embriagada de sus besos pero al día siguiente no toleraba su presencia. Junio desaparecía cada vez que Julio tocaba su puerta para que le rindiese cuentas. Las deudas lo agobiaban.

Consumida en nostalgia pensé en Abril, me arrepentía de haberlo dejado atrás. Después de todo Abril había llegado como el sol después del invierno, había tomado mi mano y me había llevado a caminar descalza sobre el césped mojado por el rocío matutino. Abril me había tomado entre sus brazos y con algunas cortas palabras había regresado mi cable a tierra. Es más, Abril me había enamorado con sus pintorescas flores y sus atardeceres nocturnos. ¿Dónde estará ese encantador Abril? ¿Estará escribiéndome versos de verano?

Abril regresará a mí un día, pensé...

No... Yo regresaré a Abril.

La melodía se detuvo entonces.

martes, julio 23, 2013

Bah oui...

Me estoy desesperando. Mis buenas técnicas están en un baúl viejo y he olvidado donde he dejado las llaves de su candado ¿Será que hace mucho tiempo no me encuentro en esta situación misma? Bueno, estoy desarmada e impresionada. Te dejo hacer el primer movimiento porque también estoy asustada. No me preguntes por qué, no tenemos tanto tiempo para una eterna historia. Si, lo sé, pero no te preocupes porque suelo ser valiente la mayoría de las veces, hoy no, pero un poco, sí.

No, no soy buena descifrando a las personas, que vergüenza. A veces pienso que tu saludo es tu declaración perfecta y que tu adiós es mi condena absoluta. Bah, sólo es una conversación más, una de nuestras muchas. No debería importarme tanto. Pero lo hago, me importa, me importas… me estás volviendo loca.

Quiero pasar como una idea en tu cabeza. Una de esas que aparecen en esos momentos en los que miras al vacío o una nube se cruza en tus preocupaciones cotidianas. Quizás como una idea que decides anotar para no olvidar, pero cuando llegas al papel en blanco ya la has olvidado. Al menos déjame cruzar tu mente como una brisa que te regrese a tierra.

Ya.
Sí.
Quiero.
Dilo.
Espera…


Átame con una mirada y haz que olvide lo que estaba diciendo. No controles mis impulsos,  lo estás haciendo. Lo digo en serio. Harás que quiera besarte y luego correr. Debo advertirte que no soy muy buena atleta, prefiero las letras y las melodías... yo no sé de qué estaba hablando antes.

Aún no...
Ahora si.


sábado, mayo 25, 2013

Más tuyo, pero nuestro

Escrito en la Ruta POITIERS – ANGOULÊME (Francia)  13:08 22 de enero de 2013
-¿Te acuerdas esa vez? Preguntó él.
- Sabes que mi memoria no me ayuda mucho, hago el esfuerzo y  nada sucede. Recuérdamelo, cuéntame la historia- dijo ella, acariciándole la mano.
- En este aeropuerto te fuiste una vez de mis brazos. Me diste un beso un poco angustiada por la mirada de los que te despedían en ese instante, pero luego me diste esa mirada que tranquilizaría el momento.  Te diste la vuelta y comenzaste a andar, unos segundos después giraste y sostuvimos nuestras miradas por unos segundos más, pude notar tu tristeza. Nunca te gustaron las despedidas.
- ¿Ves aquél avión?
- Sí, respondió ella
-Pues es el mismo al que te subiste ese día, yo fui uno de los testigos  desde este ventanal en el que estamos ahora. Llevabas una mochila que era tan pesada que presentía que en cualquier momento te caerías hacia atrás como una tortuga. Se notaba la emoción con la que cargabas, ibas a conocer un mundo diferente. Ibas a salir de tu burbuja para traspasar los horizontes con los que soñabas.
-Y te fuiste.  Así como jugabas a volar ondulando tus manos, así  te elevaste en el cielo y desapareciste unos segundos después. Atravesaste muchas nubes para finalmente llegar muy lejos de mí.
- ¿Ahora si lo recuerdas?
- sí…

Escrito en la sala de la casa 5590 en la calle Antonio Díaz Villamil, La Paz, 26 de enero 2013
-Ese día desperté ansiosa. Afirmo ella. Habían muchas cosas que debí hacer, que debí decir, pero no logre hacerlo todo.
-Sí, pero me dejaste infinidad de recuerdos y…
-Cállate! Exclamo ella, dándole una suave palmada en la mano. Déjeme terminar, viene a mi memoria ese último beso, deseaba mucho dártelo, besarte frente a casi toda mi familia fue una hazaña, supongo que para ti fue algo incómodo…
-muy incómodo yo diría
-Ash! Ya  no me interrumpas pues! Decía que para ti debió ser un poco, o muy incómodo, ya no importa, lo que sí, yo estaba llena de emoción pero me sentía angustiada, por todo y por todos, por mí por ti y por nosotros. Apenas había entrado en el avión y ya quería volver al aeropuerto para besarte una vez más, pasaron los segundos tan rápido y yo ya estaba tan lejos de ti.
-Estabas lejos, pero después de ese beso me dejaste en el aeropuerto con toda tu familia y una enorme interrogante en sus ojos, yo solo quería irme de allí. Me sentía muy triste, pero me mantenía la idea de que volverías algún día. Aun siento el gran apretón de mano que me dio tu papá, dijo él haciendo un puño, y el suave abrazo de tu mamá.
Una sonrisa se dibuja en la cara de ambos, una suave risa sale de los arrugados labios de ella y él le dice:
-Me podrías dar un último primer beso como ese?
-Sí….


Escrito en 22 Bis Rue Marguerite d’Angoulême (FRANCIA) 13:38, 27 de enero de 2013
Ella se acercó lentamente y sintió esa energía de nuevo. Esa energía fuerte como la de un imán, que atraía sus labios con los suyos y no dejaba que se separasen.
Luego de ese momento perfecto se contemplaron por algunos instantes hasta que ella dijo:
- Es increíble, que cada uno de nuestros besos tengan el mismo efecto en mí como el primero que nos dimos un martes por la tarde en mi casa.  ¿Lo recuerdas?
- Jamás lo podré olvidar…
Ambos cruzaron sus miradas unos segundos, parecía que repetían aquel escenario otra vez en sus mentes. 
- Realmente estábamos muy enamorados en esa época ¿no? Dijo ella sonriendo
- Así es, tuvimos una bella época juntos, algo que quedará siempre en nuestras memorias.
Ella miró hacia el gran ventanal detrás suyo y suspiró. Afuera hacía un día soleado, sin una sola nube en el cielo. Un típico día de  invierno en La Paz, uno de aquellos que ella extrañaba tanto.

Escrito en 22 Bis Rue Marguerite d’Angoulême (Francia) 22:24  4 de marzo de 2013
- Si… respóndeme una cosa ¿Por qué nos separamos? ¿Porqué nos alejamos tanto uno del otro? Preguntó ella.
- No sé, quizás fue simplemente nuestro orgullo. Estábamos tan lastimados ambos que nuestras decisiones fueron hechas inmediatamente con la cabeza caliente. Y así decidimos tomar caminos separados.
- Fue duro, verte feliz al lado de otra persona. Quizás era el momento que más temía de todos y lo estaba viviendo en ese justo instante. Lloré una noche entera, sentía impotencia y mis manos me temblaban.
El rostro de ella cambió de repente, se podía ver nostalgia en el brillo de sus ojos. Él le tomó la mano y la observó hasta decir:
- Tú también encontraste tu propio camino, encontraste tu propia felicidad y la viviste cada día. Tomamos decisiones todo el tiempo y algunas cosas en la vida son impredecibles, ¿no lo crees?
- Es verdad, ella sonrió de nuevo. Las cosas han cambiado tanto desde entonces, los años han pasado y hemos vivido tantas cosas, cada uno por su lado.
- La vida nos ha dado tanto alegrías como  fracasos pero aquí estamos, contentos y no nos arrepentimos de nada.
- Tienes razón,  cada día valió la pena y ahora todo tiene sentido, ahora si puedo creer en el destino. Ella  bajó la mirada pero él sabía que estaba sonriendo.
De repente se escuchó un anuncio en el fondo…
“….El vuelo 354 con destino a París - Francia anuncia su abordaje por puerta 22…”
- Bueno, ese es mío, debo irme, dijo ella. Fue interesante haberte encontrado aquí después de tanto tiempo.  Cuídate mucho, siempre.
El sonrió y besando su mejilla le dijo:
-          - Tú también… adiós Laura

Tomando su maleta, ella comenzó a andar hasta perderse entre la multitud del aeropuerto. Y aquel avión del ventanal volvió a partir una última vez.

miércoles, enero 09, 2013

Aquella fotografía



Después de la primera foto supuse que la segunda sería parecida. Sin embargo, me sorprendí al encontrar a un par de ancianos que miraban por la ventana. Ambos en sillas de ruedas y uno al lado del otro. No fue sólo eso  lo que pude observar, si no el hecho de que la imagen fue tomada  en secreto, sin que nadie pudiera notarla. Conozco al fotógrafo  y su trabajo usualmente no es el de un paparazzi, pero por alguna razón, en esta ocasión, él quiso tomar una escena que significó algo para él. No quiso que nadie se diera cuenta de lo que hacía. Tomó la cámara por debajo de los brazos mientras intentaba disimular la mirada para no llamar la atención. Sólo se escuchó el sonido del obturador pero éste se perdió entre las miles de voces que circulan en lo que parece ser un aeropuerto. Allí quedó, como una imagen perpetua. Quien sabe quiénes son esas personas, si son hermanos, si son amantes, si son amigos de toda la vida. Quién sabe si  esas personas quisieron estar allí, en ese momento, si se despedían o se encontraban. Sólo sé que significó algo para el fotógrafo, un mensaje que me palpita en el cuerpo.